¿O sea que la crisis no nos alcanza?

César Hildebrandt
La Primera,Lima, 19 de Setiembre del 2008
En el Perú, la locura es una lava que avanza, un puré de delirios que alcanza para todos. ¿La locura o el cinismo?

Ejemplos: ayer, en la radio gubernamental, Luis Alva Castro decía que la inseguridad ciudadana había disminuido “en 7 por ciento”, que el crimen retrocedía, que el narcotráfico boqueaba en las penúltimas, que los servicios de Inteligencia estaban mejor que nunca y que, en fin, hasta la policía se había convertido en un cuerpo ejemplar de agentes de la ley. Y lo decía el mismo día en que Artemio, desde su madriguera en esa selva que Alva Castro ni presiente, rechazaba el ultimátum de rendición planteado por el jefe de la policía, general Octavio Salazar. Claro que no lo decía en RPP sino en “Radio Luz”, de Aucayacu.

En la radio del régimen de turno –o sea RPP– nadie le preguntó lo único que cabía preguntarle a estafador de tal calaña: si creía que el Perú era una legión de imbéciles, un comité provincial del Apra, una manada de búfalos mirando la cámara de Nat Geo.

Lo festejaron más bien en RPP, la voz gangosa del rampar con paga. Y lo hicieron con la misma voz con la que calumnian a los médicos, a los huelguistas con o sin mandil, a los sin sosiego de todas las siglas.

A renglón seguido, apareció el más poderoso de los bipolares y dijo, desde Brasil, que a qué tanto aspaviento, que la crisis mundial no alcanzaría al Perú, que estábamos blindados y que se dejara de armar escándalo por este contraciclo pasajero.

“Las medidas para curarnos en salud, ya las tomamos”, dijo García fingiendo que la economía es su oficio y la gestión su caucau. ¡Como si nadie supiera que García sólo sabe sumar su patrimonio!

Nadie de la radio que nos une alrededor de la adulación le preguntó en qué se basaba para tanta bocanada de optimismo, qué demonios podía pensarse de un país que dice que la economía es global hasta la promiscuidad pero que está al margen de las crisis globales. De un país que dice que, como es tan pequeño, saldrá ileso del huracán que sólo se lleva las grandes residencias. ¿Qué lógica de ostra es esa?

O sea que, aconsejado por Cantinflas, Alva Castro emerge de un charco de sangre a decirnos que la paz urbana está cerca mientras que el doctor García, sumergido en un baño María de litio, nos dice que aquí la crisis no llegará porque le hemos, globalmente, cerrado la puerta .

O sea que alguien les ha dicho que deben de salir más en la radio gubernamental. Que el descenso en las encuestas se debe a falta de comunicación. Que los éxitos no se están nombrando. Que el que calla otorga y el que no llora no mama y que sólo el Apra salvará al Perú.

El presidente de la globalización está en Brasil vendiendo inversiones y trozos de Perú. Para él, la globalización es una chequera, varios telecés, montañas dinamitadas para sacarles el oro y madereros chilenos colonizándonos después de limpiar el follaje de mosquitos y huambisas. García cree en Brasil y en Chile. Y en el dinero, desde luego.

No cree en el Mercosur, en la Comunidad Andina, en la Unión Sudamericana de Naciones.

Es que en esos organismos pugna todavía el continente mestizo y reformista al que García le ha dado la espalda pensando que Washington o Bruselas lo adoptarán como a un igual.

En realidad, el único que lo considera hermano de cadenas y agachadas es Uribe, que cree que la derrota de las FARC –deseable desde la perspectiva de la razón– implica el triunfo de la caverna colombiana.

Loco Alva Castro. Loco García. Pobre Apra, que ha llegado a ser un montón de palabras, un amasijo de yerros retorcidos. Y pobre Perú, en manos de esta locura sin método.

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