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Provincia de Talara, Región Piura - Perú

César Hildebrandt: “Por qué no iré al 5 ni escribiré en “La Primera””

Semanario “Hildebrandt en sus trece”
14 de Enero de 2011

César Hildebrandt

MATICES

Desde hace semanas he tenido algunas conversaciones con Federico Anchorena, gerente general de Panamericana Televisión.
Esas conversaciones culminaron, la mañana de un viernes, con una cita en mi casa. Ernesto Schutz Freundt y Federico, sentados en mi sala, me hablaron de la necesidad que tenía el canal de renovar su programación y de apuntalar su área periodística.
Añadieron, por supuesto, que yo estaba en sus planes y que estaban deseosos de llegar a un arreglo que nos permitiera sacar al aire, para empezar, un programa dominical dedicado a la política.
Yo escuchaba con toda diligencia. Todo iba bien hasta que Ernesto, con la buena fe más arremetedora que yo haya visto, empezó a hablar de cuáles eran sus intereses, sus parámetros, sus cuentas por ajustar, sus odios y filias. No voy a contar el detalle de lo que me dijo pero si tengo que decirle al público lector de este semanario que lo que escuché esa mañana algún parentesco primohermano tenía con los monólogos de la China Tudela. O sea, que fulano era un cholo peligroso, que sutano era impredecible, que perencejo se hacía pero era otro zamarro y que, en fin, en este panorama tan desolador, sólo una señora como Keiko podía garantizar el orden, la paz y el trabajo que la patria necesitaba. Amén. De frente, marchen. A la derecha, derecha.
Disimulé mis escalofríos, escondí mis reflejos eméticos, jalé un poco más de esa lengua libérrima y honesta que, felizmente todo lo decía y nada se callaba, y llegué a la convicción de que esa sería la última conversación que sostendría con tan simpático interlocutor, a quien no se le podía negar, por otra parte, el coraje de mostrarse tal como era.
Eso fue hace un mes. Durante todos estos treinta últimos días, mi amigo Federico Anchorena, que es una buena persona a quien el destino somete a grandes pruebas de resistencia, me ha venido llamando con agotadora insistencia. Debo tener más de cien llamadas suyas registradas en mi teléfono celular. Un amigo común, que trabaja en Canal 5, se prestó de intermediario hace unos días para contactarme y preguntarme por qué no le contestaba las llamadas a Anchorena.
Le dije que, después de la conversación con Shutz Freudt, yo había considerado inverosímil cualquier compromiso laboral con Canal 5 y que estaba seguro de que Federico, tan inteligente él, había entendido lo mismo.
Hubo nuevas llamadas. Y hace poco, un correo electrónico en el que se me reprochaba, caballerosamente, no contestar tantos mensajes.
La verdad es que me parecía de lo más loco que Anchorena me subestimara al punto de creer que, después de escuchar a su jefe, yo iba a tener ganas de poner mi tienda de campaña en Canal 5. ¿Creería que estaba en apuros y aceptaría, a estas alturas, lo que se me propusiera? ¿Creería que tras tantos años de higiénica independencia, terminaría siendo parte del coro que alienta a la impresentable Keiko? ¿Creería que estaba yo padeciendo el síndrome de la abstinencia televisiva? No contestarle era una manera de responder al insulto, quizá involuntario, implicado en su insistencia.
Pues ya lo saben: No iré al 5. No me da la gana de pisar un canal que espera el triunfo de quien indultará a Fujimori y –ahora no me cabe duda- a Shutz Landázuri y a toda la banda de hampones que desfiló por el SIN. Y tampoco me da la gana de volver a exponerme a que un pobre diablo me rescinda un contrato, o me ponga un vigilante editorial, o decida, como el descerebrado del canal 11, “coordinar contenidos”. Es hora de apelar a Lourdes Flores y decirles: métanse al poto su canal, sus mugres presentes y futuras, sus tercianas de deudores tributarios.
Y en relación a La Primera, lo que puedo hacer, para empezar, es reproducir el correo electrónico que le envié a las cinco de la tarde con seis minutos del miércoles 12 de enero a Arturo Belaunde, propietario del diario, y a Cecilia Altez, la gerente, también mi amiga. Este es el texto:
“Querido Arturo: la publicidad que ustedes vinieron dando desde el lunes ha dado la impresión de que regreso a La Primera como antes y el mensaje implícito –y eso lo sabía muy bien quien lo imaginó- es que regresaba, con el rabo entre las piernas, ante el supuesto fracaso de mi semanario. Esta distorsión ha motivado que mucha gente escriba preguntándome si Hildebrandt sus trece continuará saliendo y que otra nos diga que preferirá leerme, por 1.50 soles, el domingo en La Primera en vez de pagar 5 soles por la revista a la que me debo. Mi socia en el proyecto, Rebeca Diz, me ha expresado su preocupación y el jefe de nuestra distribución también ha dicho que Hildebrandt sus trece puede verse afectado en el mediano plazo por mi presencia en La Primera. En vista de todo esto, que espero que entenderás con la generosidad que siempre ha signado nuestra amistad, me veo en la obligación de comunicarte que no colaboraré con La Primera, tal como me había comprometido. Prefiero romper un compromiso con un amigo que perjudicar un proyecto en el que he puesto toda mi esperanza y al que le va tan bien que es capaz de subsistir, sin publicidad, sólo por sus lectores. Un abrazo.”
Hasta aquí el mensaje enviado a Belaunde, a quien le reitero mis excusas.
No he mentido al decirle lo que le he dicho: me debo a este proyecto, lo amo, lo acojo cada día extenuante. Vivimos en un mar de aprietos y con las justas, pero con dignidad y con alegría de hacer lo que debemos. La SUNAT, ese extraño lugar donde alguna funcionaria fue fotografiada en ropa interior y en horas de trabajo, no acosa. La publicidad nos es negada, a pesar de que vendemos más ejemplares que más de una revista. Y, desde los poderes fácticos, nos odian de un modo tan divertido como pluralista. Pero tenemos eso que se les ha escapado a muchos: lectores. Y tenemos eso otro que algunos han preferido perder en el quirófano de los acomodos: cojones. Nos podemos equivocar, pero honramos el himno: somos libres.

Fuente: Hildebrandt en sus trece
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